
Seguramente te pasa que constantemente sientes la presión de ser todo para todos: la madre presente, la pareja amorosa, la profesional eficiente, y además de todo, tienes el deseo de encontrar espacio para cuidar de ti misma. Un deseo que en la mayoría de las veces parece llegar de último en la larga lista de cosas que debemos atender a diario.
Pareciera que, sin importar a lo que nos dediquemos, la vida moderna nos lleva a estirarnos en múltiples direcciones, y es en ese punto, justo cuando ya parece que nuestra flexibilidad parece no dar más, donde aparece la ansiedad, y con ella esa voz constante que nos susurra en nuestro interior que “no somos suficientes, ni capaces”.
Si alguna vez te has sentido abrumada por tratar de equilibrar trabajo, familia y tiempo personal, estás lejos de estar sola.
La ansiedad que surge de esta sobrecarga de responsabilidades es algo con lo que muchas mujeres lidiamos, y que hemos normalizado tras las típicas excusas de que “es normal sentirnos agotadas”, o peor aún, tras la promesa de un pequeño descanso que parece nunca llegar.
Reconociendo las señales de alarma
El equilibrio no es un lujo, es una necesidad. No estamos diseñadas para dar sin límites y sin priorizar espacios para activar nuestra energía. Si no priorizamos nuestra paz mental y bienestar, eventualmente todo lo que queremos sostener se tambalea.
Primero, es importante reconocer las señales de alarma de que la ansiedad está instalada en tu día a día y te mantiene en estado de constante alarma. Algunas señales comunes son:
– Sentir que el tiempo nunca es suficiente, como si siempre estuvieras corriendo contra el reloj.
– Agotamiento físico y emocional, incluso después de descansar.
– Irritabilidad o frustración, especialmente hacia las personas más cercanas a ti.
– Dificultad para concentrarte.
– Dificultad para tomar decisiones.
– Necesidad constante de revisar una y otra vez tareas que ya realizaste.
– Necesidad de controlar para que todo salga perfecto.
– Problemas para desconectar del trabajo, incluso cuando estás en casa.
-Dolor de cabeza, y dolores musculares.
-Dolor de pecho.
-Problemas gastrointestinales.
-Dificultad para dormir.
-Sensación de ahogo y ganas de salir corriendo.
Si alguno de estos síntomas te resulta familiar, es momento de pausar y reevaluar cómo estás equilibrando tus responsabilidades.
¿Cómo llegamos aquí?
Parte de la razón por la que tantas mujeres se sienten atrapadas en esta rueda de ansiedad, responde a los roles que la sociedad ha impuesto sobre la figura femenina, y que han pasado como creencias y patrones de comportamiento profundamente enraizados a través de nuestro linaje: ser la cuidadora, el centro del hogar y la que da incondicionalmente.
Y ni hablar del sentimiento de culpa que experimentamos al desear un espacio para nosotras mismas, como si pedirlo fuera egoísta. Este pensamiento no solo es dañino, sino insostenible. Cargar con todo sin cuidarnos y procurar nuestro equilibrio mental, emocional y espiritual nos lleva irremediablemente a un lugar de desgaste que impacta cada aspecto de nuestra vida: nuestras relaciones, nuestro trabajo, y sobre todo, nuestra relación con nosotras mismas.
Cómo encontrar el equilibrio
Una de las mayores fuentes de ansiedad es la necesidad de controlarlo todo. Pero soltar el control es un acto de amor hacia ti misma. Aceptar que no puedes estar en todos los lugares, hacer todas las cosas, o complacer a todo el mundo te libera de la presión constante, confíar en que lo que haces es suficiente, y aceptar que el mundo sigue girando, incluso cuando te equivocas o no estás al mando puede tener un efecto liberador y reconfortante.
Recuperar el equilibrio entre el trabajo, la familia y el autocuidado es un proceso consciente, amoroso, y compasivo con nosotras mismas.
Habremos de reconocer el sacrificio que hizo nuestra madre, y el resto de las mujeres de nuestro linaje ancestral para entregarlo de regreso en partículas de consciencia, y empezar empezar a alinear nuestra vida con nuestros deseos y emociones de forma consciente y coherente.
Aquí te comparto algunas estrategias prácticas para gestionar la ansiedad y crear más espacio para ti sin dejar de lado lo que amas:
1. Establece prioridades claras: No todo tiene la misma importancia, y está bien decir “no” a lo que no suma a tu bienestar. Es crucial identificar qué actividades y personas realmente necesitan de ti en cada momento, y cuáles pueden esperar. Priorizar no es egoísta, es una forma de cuidar y encausar tu energía.
2. Delegar sin culpa: “Podemos con todo, pero no con todo al mismo tiempo, y no todo nosotras solas”. Ya sea en el trabajo o en casa, delegar es clave. Pide ayuda, reparte tareas, y recuerda que no tienes que cargar con todo. Cuando confías en otros, también les permites crecer, al tiempo que tú misma te expandes y conectas con tu sabiduría interna.
3. Crea límites saludables: El trabajo puede ser absorbente, pero establecer horarios claros para desconectarte es fundamental. Desactiva notificaciones, evita revisar correos después de cierta hora, y comprométete contigo misma a tener tiempo libre de tecnología.
4. Practica el autocuidado a diario: No tiene que ser algo grande o costoso. Puedes integrar pequeños momentos de autocuidado en tu día, como una caminata, una meditación de 5 minutos al iniciar tu jornada, empezar un diario de gratitud antes de irte a dormir, o simplemente respirar profundamente y detenerte a contemplar tu entorno mientras tomas un café. Lo importante es que estos momentos sean solo para ti y te conecten con el aquí y el ahora.
Recuperando el equilibrio desde el amor propio
El equilibrio no se trata de hacer malabares perfectos; se trata de moverse con flexibilidad y compasión hacia ti misma, priorizando tu paz mental y emocional, y conectar con tu maestra interna para identificar la dirección en la que debes enfocar tu energía.
Equilibrar trabajo, familia y autocuidado puede parecer un reto imposible, pero no lo es. La clave está en cambiar el enfoque: en vez de intentar hacerlo todo, enfócate en hacer lo que más importa. Recuerda que para poder dar, primero debes estar bien tú, por lo tanto, tu bienestar debe ocupar el primer lugar en tu lista.